Como habrás leído en el título del capítulo, hoy quiero compartir contigo las lecciones que he aprendido tras mis más de 5 años siendo freelance. Estos consejos se centran más en lo que he trasladado a mi vida personal, por lo que también te pueden interesar incluso si no eres y tampoco tienes pensado ser freelance. En otro capítulo me centraré en los consejos más técnicos a la hora de ser autónomo para aquellos que están pensando en emprender o para quienes ya lo son, ya que creo que nunca está de más compartir consejos antes de caer en los mismos errores.
Para ponerte un poco en situación, tras terminar de estudiar en la universidad pasé a ser becaria, y de ahí a freelance. No fue una idea que naciera de mi en absoluto. En realidad fue mi jefa la que me propuso que me diera de alta y así poder seguir trabajando para ellos. «Bueno, son solo 50€ al mes, y la cuota empieza a subir al cabo de un año más o menos. Pero total, no creo que esté tanto tiempo siendo autónomo» pensé en su momento. Y de esta reflexión ya han pasado más de cinco años.
Escucha «Las 5 lecciones que me llevo tras 5 años siendo freelance» en Spreaker.
Con esto quiero presentarte la primera lección. Nunca sabes qué va a pasar en el futuro, y algo que creías que sería temporal se convierte de repente en lo que llevas haciendo un tercio de tu vida los últimos años. Por eso creo que una vez alguien decide ser autónomo, hay que sacarle el lado bueno. Para ser sincera, me pasé los primeros meses convencida de que no duraría tanto y no veía que mereciera la pena invertir tiempo o dinero en esta nueva situación, el cambio surgió cuando conseguí un puesto en una empresa CONTRATADA. No me lo podía creer.También todo hay que decirlo: me pagaban como a una becaria y ganaba más como autónomo. Pero aún así acepté.
Como adivinarás, no duré mucho tiempo. Eran 4 personas entre las que había cero trato, comían por separado, hasta que el jefe no se iba yo no podía irme, mi compañera me avisó que a mi jornada tendría que sumarle otra hora más mínimo todos los días, tuviese o no tareas pendientes y lo que es más importante, el trabajo no era el que me habían vendido. Por ejemplo tenía que llevar las redes sociales de la marca pero lo que no me habían contado era que no tenía presupuesto para las fotografías y como solución me dijeron que tendría que hacer que mis amigas posaran para la marca sin regalar nada a cambio, y todo esto en mi tiempo libre. Enseguida me di cuenta de que no merecía la pena seguir aquí y que podía conseguir un ambiente de trabajo con buen rollo y una rutina, yendo a un espacio coworking. Así que decidí volver a mi anterior situación, y me embarqué en la mejor etapa profesional que he tenido como freelance.
Aquí empezó todo...
A partir de aquí ya no traté de escapar, invertí en ser autónomo, traté de entender el idioma de mi gestor para que cada trimestre no entrase en colapso mental, y comencé a fijarme en las cosas buenas de ser autónomo, y solo en las malas que pudiese corregir de alguna forma. Así que tanto para la vida profesional, como para la personal, me esfuerzo y aprovecho todo lo que puedo, tanto si va a ser algo pasajero como si no. Porque nunca se sabe. En esta misma línea, contar con mi espacio de trabajo en una oficina coworking arrasó con otros aspectos negativos de ser autónomos.
El primer cambio que noté casi instantáneamente fue que mis padres y amigos por fin tomaban en serio mi trabajo, pues al trabajar desde casa de mis padres, al final siempre te encargaban que si estar atenta de la comida, que si te dejo al perro para irme a hacer unos recados y un largo etcétera de situaciones en las que siempre eres el comodín para todo, y lo mismo pasa con los amigos. Como no tengo un horario fijo al final sienten la total confianza de ocupar tus mañanas y tardes según les viene mejor y como excusa acaban diciéndote que: total, si puedes trabajar luego. Así que hacerme con un espacio co working fue una especie de «hasta aquí». Tengo una oficina a la que ir y; no, no puedo trabajar por la noche porque mi ordenador está en la oficina.
Puede ser que en tu trabajo no acostumbren a felicitarte por un proyecto bien hecho, y solo recibas las correcciones a realizar, los no me gusta o un «yo me lo imaginaba más así». Que te digan que qué buen trabajo por desgracia no suele ser lo más habitual, pero si lo piensas por un momento, ¿cuántas veces se lo has dicho tú a alguien? Aquí voy a hacer referencia a una de las frases más conocidas de Gandhi “Sé el cambio que quieres ver en el mundo” así que toca empezar a hacer lo que queremos que los demás hagan, por lo que no te cortes en felicitar el trabajo de alguien, además de animar a la otra persona, toca hacerle caso a nuestro amigo y confiar en que tarde o temprano lo recibirás tú también.
Mi segundo consejo exprés a la hora de no infravalorarnos, es tener unas tablas de precios escritas y no dar ningún presupuesto de repente.
Muchos clientes optan por llamarte, te explican lo que quieren y te piden que les hagas un presupuesto: «así más o menos, ¿como cuánto sería?”. He caído muchas veces en la tentación de soltar una cifra, y luego no atreverme a subirla cuando al calcularlo sobre el papel, veo que me he quedado corta. Por lo que de verdad, insiste en pasar un documento con el presupuesto desglosado para que valoren todas las fases de tu trabajo. Por último, algo que me ha resultado muy gratificante ha sido ver todos mis trabajos favoritos juntos. Es un subidón cuando repasas los proyectos de los que estás más orgullosa, y para esto, renovar mi web ha sido crucial. Es como mi pequeño universo donde veo que sí, mi trabajo está a la altura. De verdad, ¡pruébalo!
El segundo cambio llegó cuando empecé a conocer a más coworkers. Cada uno de un sector: que si una agencia de viajes, una radio independiente, informáticos, hasta una firma de ropa. Al final, durante el café y la hora de comer, aprendía mucho sobre otros sectores, recibía recomendaciones de freelance con mucha más trayectoria que yo, y despertaba mi interés por otras profesiones.
Ahora, permíteme abrir la caja de pandora para hablar sobre un pensamiento omnipresente en la mayoría de autónomos (bueno, también pasa en muchos trabajadores por cuenta ajena) y esto es el síndrome del impostor. Y, ¿en qué consiste? Bueno pues para los que no saben de qué se trata, básicamente es pensar que tú o tu trabajo no está a la altura, que no eres lo suficiente bueno. En definitiva, que engañas a los demás. Es muy complicado deshacerse de este síndrome, pero espero que al escuchar estas palabras, te den la confianza en tí mismo al ver que no eres el único, que nos pasa a todos, y que sí que vales.
Eso sí, no creas ahora que yo sé hacer también webs, la primera que tuve la hice como pude con plantillas gratuitas y con algún que otro tutorial, pero esta vez he contado con un diseñador web. Y es que, en esta misma línea, creo que es muy importante no llevar tu marca completamente solo, si no escuchar opiniones de fuera y de confianza que puedan complementar tu servicio, pues mientras estás enfocado en un proyecto pueden estar pasando muchas otras cosas a tu alrededor, cambios en el mercado o en la forma de promocionarte. En mi caso, vi que no podía perder mi tiempo y energía en hacerlo todo, y fue un alivio delegar algunas cosas como la web o contar con otro compañero en grabaciones que no podía abarcar.
El siguiente consejo que daría ya a cualquier persona es que siempre hay que seguir formándose. Y una mini advertencia para los freelance: ten en cuenta esto a la hora de reflejar tus precios en un presupuesto. Puede parecer que hay sectores en los que con una carrera o ciclo formativo es más que suficiente, pero la realidad es que el mundo está cambiando cada vez más rápido, y eso acaba afectando a casi todos los sectores. Siempre será buena idea buscar algún curso de apoyo, un mentor con experiencia que quiera transmitir sus conocimientos o incluso un colaborador principiante que sepa cómo atraer a un público más joven si es eso lo que necesitas.
Y ya por último, algo en lo que estoy todavía trabajando, y si tienes la clave para lograrlo, por favor escríbeme, es a “enfocarme solo en mis objetivos, a no mirar lo que hace el vecino y comparar mi trabajo con el suyo”. Está claro que buscar lo que las otras empresas están haciendo en tu sector o en otros puede inspirarte, y desde luego es algo que animo a hacer, pero hay que saber diferenciar cuándo estamos disfrutando y aprendiendo del trabajo de otra persona, sin compararte, ni infravalorar el tuyo. Y es que una de las frases que tengo guardadas en un tablero de Pinterest dice que admires la belleza de otro sin cuestionarte la tuya. Algo que trato de aplicar también en el trabajo.
Por ejemplo en el tema de los vídeos que vemos en internet, existen infinidad de estilos. Me encanta ver vídeos explosivos y acelerados de viajes, de deporte ¡o incluso de recetas! que te suben las pulsaciones en un solo minuto, pero eso no quiere decir que yo tenga que hacer lo mismo, también puedo optar por un estilo más relajado donde se pueda disfrutar más de cada imagen tomada, y no significa que mi vídeo sea peor que el otro al ser menos acelerado, simplemente son distintos. Yo prefiero que queden claros los pasos de una receta o de un entrenamiento, mientras que los vídeos de otra persona buscan la emoción y la adrenalina. Este ejemplo por supuesto se puede extrapolar a otros campos y el mensaje sería el mismo: céntrate en tu estilo, aprende a apreciar el de otros sin que te haga dudar del tuyo.
Mis 5 consejos como freelance:
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Contenidos extra
De una forma muy cómica, Moderna de Pueblo (Raquel Córcoles), nos explica en este vídeo de Bankademia, el lado oscuro de emprender por tu cuenta con su humor tan característico:
Y en este cómic de Monstruo Espagueti que nos trae Vogue España, Anastasia Bengoechea explica perfectamente el síndrome de la impostora que te comentaba en el podcast:
Canciones del Podcast: Secret t Happiness – Jayjen, The Valley – tubebackr & Found You – Atch (From Audio library)